lunes, 6 de abril de 2020

“EL MULATO ANDRES”



I
Un sol radiante empieza a dominar el firmamento desde la cima de la montaña, esperábamos con alegría todas las mañanas, para recibir nuestra dosis de calor, de vida del sol que todos los días veíamos nacer y morir. Solo era comparable con esto, el escuchar las palabras de nuestro comandante, quien bien temprano, igual que el sol, se levantaba para irradiar esperanza, energía, vida. Éramos como plantas, como la palma, como esas hiervas que por las noches se entristecen, se melancolizan y cuentan las horas, los minutos, hasta que un rayo de luz toca sus hojas e inicia con fuerza su labor fotosíntesis, su labor de vida.
Entiendo todo esto, porque nuestro comandante se ha tomado la tarea de ponernos al día con las noticias que vengan de la capital o de ser posible las que venían de Cúcuta o de algún lado, pero además de hablarnos de todo, de política, economía, de botánica y de zoo… no recuerdo muy bien esa palabra, es sobre animales.
-nos vamos a reunir ahorita- comento el mulato Andrés a todos los que estábamos en la choza
-será en el merecure de San Antonio- con voz dominante por la costumbre de dar ordenes en la casa del quien era su patrón, su madre una negra de buen parecer, bueno así dicen algunos que la conocían cuando joven, y su padre el hijo del dueño de la casa de blanca estirpe, lo nombran capataz por razones afectivas pero lo hacia bien, no se olvidaba de su color sin tener necesidad de ver su reflejo en el agua. Me imagino que esa conciencia fue quien lo llevo a unirse a la causa patriótica de nuestro General.
Por estos llanos abundan muchas leyendas y los dueños y trabajadores de la choza decían que en ese merecure amaneció horcado Antonio, un mozo con vocación y quienes le rezan en el árbol les concede lo que pidan pidiendo. Corrimos hasta el árbol porque sabíamos que el comandante ya estaba allí, siempre era el primero en llegar, seguro que era la fuerza de la fé que nos hacia ver a San Antonio en su rostro.
Allí estaba, arrecostado al árbol con rostro pensativo como meditando en algo sublime que San Antonio le hubiese dicho. Todos alrededor de él se acumulaban para verlo y oírlo. Eran tiempos difíciles.

II
Recuerdo como mi mamaíta me dijo una tarde de verano.
-mijo, yo sé que es una buena razón pero si te pasa algo, que me hago?
-tranquila má, que usted misma me presento al General, porque sabia que la única manera de que esto mejore es que seamos libres. Con mi General en el poder, los traidores y ladrones, no volverán más pá estas tierras y por fin lo que sembremos será nuestro.
El rostro de mi mamaíta era confuso, en medio de su cara negra y temple, asustada, como cuando a la india Arawuaca traída por su amo a estas tierras, se le incorporaban espantos. Mamaíta miraba a lo lejos como queriendo decirme que no me fuera con el General y sus hombres, pero su amor a esas tierras, a esos llanos, le nublaban sus ojos. Se peleaban en ella estos dos sentimientos. Hasta que me puso de rodilla y me echó su bendición.
Yo era un hombre bendito, tenia la bendición de una mujer que por nacer negra le toco servir a otros hombres, pero aprendió también a servir a grandes causas, pero con el verdadero servicio que surge del amor.
Había mucha brisa, húmeda, pegajosa, pero nos hacia llegar los muchos olores del llano, y también servía para espantar los polvorines que levantan las batallas libertadoras. Todos estaban muy atentos a las instrucciones dadas por el comandante. Sentíamos como cada una de las palabras nos llenaban de fuerza, ya que las tareas que se nos presentaban no eran nada fáciles. Los comentarios que corrían de boca en boca producían un desanimo en nosotros, era una superioridad numérica enorme, un ejercito mucho mas preparado. Pero el General Bolívar siempre nos reunía para explicarnos su percepción del proceso, y daba instrucciones para el ataque.
Nos encantaba escuchar de su propia boca sus análisis de por que y como fue que se perdió el poder el año pasado, y su visita en busca de apoyo a la causa libertadora al pueblo de Haití. Hace dos o tres años contaba, la causa independentista, con mucho apoyo, pero este año trabajaba como si tuviese que empezar de cero. Yo me uní a la causa cuando, después de ganar en Cúcuta entra a Venezuela y desde allí lo he seguido a través de muchas dificultades.

III
-están comentando por la capital, que la culpa del terremoto fue la ira de Dios por atacar la autoridad de su iglesia- comento uno de los mas jóvenes y nuevos en nuestras filas.
-muchos de mi familia me dijeron que cada vez que iban a la iglesia los padres tocaban el tema. Hubo en algunos un silencio fantasmal, mientras otros que conocían estos sentimientos, que terminan por tumbar cualquier animo, enseguida soltaron fuertes sonrisas burlonas, para minimizar el impacto de estos comentarios.
-por favor, cállense! -Dijo josefina- el general va a dictar las estrategias que vamos a utilizar  para atacar Araure- su rostro le brillaba por el orgullo que sentía de pelear al lado del hombre mas popular en el país, Simón Bolívar. El grupo le hicieron gestos de que si estaban atentos a las instrucciones.
-yo creo que con esos 3000 combatientes si lograremos derrotar a los ejércitos de Ceballos- exprese con sentimientos de consuelo, luego de llenarme el pecho de tristeza y rabia por la derrota en Barquisimeto.
-ahora si nos ganaremos un nombre y una bandera en el ejercito republicano! Expreso alguien que no logre ver quien era, pero que sus palabras lograron dar el animo suficiente para arrancarles aplausos a todos los asistentes.
Las palabras de los participantes se acaloraban cada vez más. Bolívar acentuaba cada vez más sus palabras, no solo era para que nos quedara grabado en nuestras mentes sino también para despertar el patriotismo un poco más. Aunque yo confieso eran palabras con muchas molestias, con una gran ira de recordar a un hombre que pudo arrancarle la victoria y posicionarse en Barquisimeto, pero no lo pudo hacer por descuidos de las tropas.
Era ya casi el mediodía y muchas cosas habían sucedido, bueno eso nos parecía. Aunque sabíamos que no ocurrió cosa alguna, pero era tanta nuestra emoción, nuestro odio a los ejércitos realistas, al esclavizador gobierno Español, que eso producía en nosotros una energía tan grande que aun el rostro del General brillaba tanto como cuando Moisés trajo los diez mandamientos.
Teníamos la suficiente claridad estratégica y moral que cada paso que dábamos sentíamos que nos acercaba más y más a la victoria que tanto anhelábamos. Todos estábamos en pie, nos movíamos de un lado a otro, ya que un punto fijo de ese lugar nos era pequeño, por la descarga de pasión.
No teníamos problemas en entender al General. Tenía una manera de decirnos las cosas en la que todos podíamos entenderlo. Muchos conversaban sobre eso, ya que la gran mayoría de nosotros no sabíamos leer ni escribir, y era impresionante como utilizaba las palabras ya que no nos cansaba.
Se escuchaban el sonar de los machetes chocar el uno con el otro. Se había logrado producir un crecimiento del ánimo de los valientes patriotas que se proponían marchar hacia San Carlos y colocarse más cerca del enemigo, como se acerca muy calladamente el tigre para devorar a su presa. No la pierde de vista. Sigue cada uno de sus movimientos y avanza paso a paso en la espera de dar el gran salto, ese salto que determina la muerte de la presa y la posibilidad de ese momento poder comer.

Esta metáfora, o algo parecido, fue la utilizada por el General para mostrarnos cada paso que utilizaremos para derrotar al ejército de José Ceballos e irnos posicionando poco a poco de los llanos, que se encontraban en manos del ejército realista.
 El General con voz en alto, sus palabras se expandían por el aire, recorrían a través del rio, tierras abajo, que cualquiera que bebiera o se bañara en ellas saldría invadido de una fuerza descomunal. Entre las bullas de las armas y los gritos de hombres y mujeres excitados por una magia patriótica mucho mayor que el encanto de cualquier maleficio, se escuchaban los gritos de amores de nuestros General.
-¡Que viva la Patria!- decía el General Bolívar.
-¡marchemos a San Carlos! ¡Marchemos hacia las tierras de Araure! ¡Démosle fin a la tiranía de Ceballos! ¡Démosle fin a la Tiranía!