ANGEL DE LA PLAYA
Es un relato breve que
muestra la presencia del personaje, que narra en primera persona, una situación
vivida, experiencia de convivencia en su tierra. Evoca recuerdos mirados con
sentimientos de nostalgia y enigma. Hay una nostalgia al punto de la
frustración, por no recordar, del todo, muchas historias. Eso de igual manera,
genera una sensación de curiosidad, enigma sagrado que, como Faraon queriendo
recordar sus sueños perturbadores para encontrarles sentidos, impelen a la
razón, extraer de ella, algo que es propio del corazón.
Como lo expresa el autor,
“si pudiera desviar la intención del olvido”, siendo el olvido el lugar donde
se archivan cada experiencia, con sus emociones, sentimientos y argumentos, y
que solo Freud remueve sus polvos para atribuirle sentidos a la experiencia
humana. Un lugar sagrado al que solo tiene acceso Freud, Dionisio, entre otros.
Las intenciones del
personaje son sublime. Nadie pretende enfrentar a los dioses del olvido y
arrebatarle su fuego sagrado, para transformarlo convertido en cristales para
niños. Sostiene el personaje, “para vindicar mi infancia”. Es sublime la idea
de vindicación a través de la escritura, el propósito del narrador es recordar
para que al escribirlo se transforme en otra cosa. Mute. Vindicar a través de
la escritura las penalidades de la vida. El autor castiga el sufrimiento a través de su pluma. No le devuelve mal con
otro mal. El mensaje del Ortiz es que entreguemos recuerdos tallados con el cincel
de la pluma. Bellos recuerdos sin una gota de dolor. Nos recuerda a Jesus, que
al resucitar aun sus marcas las conservaba, enseñando a sus discípulos como
trofeos ante el triunfo sobre la muerte. “tocad mis manos y mi costado”. Ortiz
a través del personaje nos proporciona el arma mas poderosa de este mundo, la
escritura, una escritura autobiográfica, vivencial, serena. Cargada de los
sentimientos y emociones familiares, nos convoca a empuñar el arma de la pluma
para vindicar la vida. Seamos transmutadores de experiencias como el agua echa vino.
Es por estas razones que les
invito a leer una obra maravillosa del escritor Jose Francisco Ortiz, “Los
murales de Abril”.